opinió
Mariano Royo Arpón / Pensar sobre la ética aplicada a los robots con, dicen, inteligencia artificial, (IA), tiene un interés múltiple. No sólo se trata de enfrentarnos a los miedos que provocan muchos relatos de ficción ante las posibilidades evolutivas de la IA. Hay muchas más piezas en el debate. Tenemos la inteligencia de los animales, esos robots vivos que educamos o esclavizamos sin su permiso, así como la luz que las nuevas tecnologías pueden echar sobre el funcionamiento de nuestro propio cerebro, el gran desconocido.