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Resolver problemas públicos
Josep M. Puig Rovira / El libro de Beth Simone Noveck publicado por Galaxia Gutemberg con el título Cómo resolver problemas públicos (2022) es una magnífica guía sobre cómo solucionar problemas con la ayuda de las tecnologías digitales, el análisis de datos y la movilización del conocimiento colectivo.
Es una obra excelente, plagada de ejemplos que ilustran sus ideas, fácil de leer, muy sugerente, ganadora del premio al mejor libro del año 2021 otorgado por la Stanford Social Innovation Review, aunque quizás podría ser algo más sintética.
Como indica el subtítulo es una guía porque los sucesivos capítulos de la obra recorren los pasos a dar y los recursos a emplear para resolver un problema público de manera colaborativa; además es una guía que recoge una amplia experiencia en la mejora de la gobernanza, la implantación de experiencias de gobierno abierto y el impulso de la colaboración ciudadana como estrategia para resolver problemas; finalmente, es una guía orientada a cambiar el mundo en un doble sentido: optimizando la democracia y realizando transformaciones hagan del mundo un lugar mejor. Apoyándose en diferentes metodologías, se proponen fórmulas sobre cómo incluir la participación pública en la elaboración de leyes, la búsqueda colectiva de soluciones innovadoras a problemas difíciles y el impulso de procesos de co-creación de políticas y proyectos ciudadanos. Una obra con mucha información e infinidad de propuestas que a buen seguro provocará diferentes lecturas. Por mi parte, me gustaría destacar algunas ideas –no todas las que propone– que me han interesado y me ha sugerido el texto.
Etapas en la resolución de problemas. El hilo conductor del libro presenta las etapas que debe recorrer el proceso de resolución de problemas, así como las habilidades que se ponen en juego al transitarlas. Recuerda la propuesta ya clásica de Dewey en la que formula una teoría de la investigación que recoge el modo en que pensamos y nos enfrentamos a problemas científicos, técnicos y sociales (Lógica. Teoría de la investigación, 1938 y Cómo pensamos, 1933).
La autora nos habla de cuatro etapas: 1) La definición del problema es el primer paso que, tras conocer la opinión de los afectados y la información disponible, ha de conducir a precisar una dificultad concreta y abordable; 2) La identificación y diseño de soluciones ha de recoger todas las evidencias disponibles para imaginar una solución al problema; 3) La implementación y puesta en práctica de la solución ha de permitir pasar de la idea imaginada y de las pruebas piloto a su masiva implementación en la realidad; y 4) La evaluación y la evolución de la solución ha de mostrar los efectos de las soluciones adoptadas, ver lo que ha funcionado bien y lo que no, y proponer nuevos intentos. Estas etapas son a la vez secuenciales e iterativas, y constituyen una guía que ordena y pauta la resolución de problemas.
Colaboración ciudadana. El fomento de la participación de la ciudadanía es el elemento central que atraviesa todas las etapas de la resolución de problemas públicos. Para hacer frente a una dificultad y llevar a cabo un proyecto con posibilidades de éxito, no basta con un líder político, un técnico en innovación o un científico especializado actuando de manera individual. La colaboración de la ciudadanía nos brinda la oportunidad de alcanzar una inteligencia colectiva y una capacidad de acción conjunta que supera las habilidades individuales de cada persona particular.
Durante la primera etapa, la definición del problema, es imprescindible analizar las dificultades junto a las personas directamente afectadas, así como también con otras personas interesadas o conocedoras de la cuestión que se considera. La identificación y diseño de soluciones debe poner en práctica actividades de innovación abierta que movilicen la inteligencia colectiva del colectivo de participantes. En la etapa de la implementación de la solución, además de contar de nuevo con los afectados, se trata de impulsar las innovaciones creando equipos y construyendo alianzas con entidades y fuerzas que puedan contribuir al éxito. Finalmente, la evaluación y evolución de la solución requiere la participación de los afectados y otros implicados en actividades de auditoría social.
La colaboración de la sociedad civil en la resolución de problemas públicos es fundamental para enfrentarse con posibilidades a los problemas y fortalecer la vida democrática. Se trata de ir más allá de la democracia deliberativa, que valora la diversidad de voces, la calidad de las razones y el trato igualitario entre los participantes. Se trata de ir hacia una democracia colaborativa que promueve la participación en la toma de decisiones y en su implementación. En esta forma de democracia, la acción común se convierte en un valor central.
Análisis de datos i tecnologías digitales. Si promover la colaboración ciudadana es una de las ideas clave del libro, la otra idea omnipresente en cada uno de los pasos de la resolución de problemas es el uso de datos y de tecnología digital, en especial de móviles. Bien sea analizando los datos disponibles en las administraciones o en otras fuentes, o bien produciendo información nueva a través del uso de los móviles, la autora muestra hasta qué punto estas herramientas nos pueden ayudar en las diferentes etapas del proceso de resolución de problemas prácticos.
Los datos han de servir para definir con conocimiento de causa los problemas y para acotarlos de tal manera que puedan ser abordados con los medios disponibles. La consulta a bases de datos, repositorios científicos y referencias a soluciones ya probadas en otras situaciones resulta esencial para identificar una vía de solución aplicable y con posibilidades de éxito. En la etapa de la implementación, la ciudadanía a menudo participa enviando información con sus dispositivos, asimismo la coordinación entre socios es más sencilla con la ayuda de las tecnologías. Por último, la evaluación requiere una amplia participación de los afectados, que de nuevo usaran los dispositivos para lograr una imagen significativa de los resultados que se han alcanzado.
Cuando se une el uso de datos con la percepción de la ciudadanía que está viviendo los problemas, las posibilidades de éxito de los proyectos aumentan de una manera muy significativa. Se avanza hacia una democracia informada y colaborativa.
Ética y problemas públicos. A lo largo del libro, las cuestiones éticas se abordan pocas veces de manera explícita. Sin embargo, están presentes desde el principio hasta el final del proceso de enfrentarse a problemas públicos. Es así porque los problemas públicos son siempre problemas éticos. En consecuencia, aunque quizás no lo parezca todo el tiempo estamos enfrentados simultáneamente a una cuestión técnica y a una cuestión ética.
Los problemas públicos plantean cuestiones difíciles, a menudo confusas, sin soluciones claras. Son además problemas contextuales, enraizados en una realidad singular, que precisan una respuesta enmarcada social y culturalmente. Tampoco son problemas que admitan respuestas mecánicas, ya que acostumbran a ser problemas complejos y abiertos a la novedad, el azar y la sorpresa. Y, finalmente, y quizás lo más representativo, se trata de problemas controvertidos. Problemas con múltiples caminos abiertos, que no concitan el acuerdo de todos los implicados y que no tienen, por lo tanto, una solución generalmente aceptada. Son problemas que no pueden reducirse a una aplicación técnica o instrumental, sino que por encima de todo requieren juicio y reflexión crítica. Por lo tanto, son temas que por su naturaleza exigen una mirada ética, una consideración de acuerdo valores. Abordar ese tipo de problemas es estar afectado siempre y en todo momento por una problemática ética.
De esta idea se derivan al menos un par de consecuencias bastante evidentes. La primera, tal como ya hemos dicho, es que no hay soluciones meramente técnicas a los problemas públicos, siempre conllevan una posición ética, política y valorativa. Por tanto, no podemos dejar en manos de los especialistas la dirección de la sociedad y la solución de los problemas. Ambas cuestiones han de ser responsabilidad de toda la ciudadanía.
Y la segunda consecuencia tiene que ver con la formación ética del alumnado, especialmente al final de la Secundaria y durante la Educación Superior. Una de las mejores vías de educación en valores en estas etapas pasa por tomar conciencia de la dimensión ética de su futura tarea como profesionales. Resulta esencial que adquieran sensibilidad ética ante cualquiera de sus cometidos profesionales. Darse cuenta de esta dimensión, que como es obvio va más allá de los conocimientos científicos y técnicos, es esencial para formar profesionales con valores y construir una sociedad democrática y, como veremos a continuación, es un aspecto que puede adquirirse durante la formación.
Solucionar problemas públicos, responsabilidad social de la universidad y formación ética del alumnado. Noveck destina el último capítulo del libro a proponer un cambio sustancial en la formación de los universitarios. Parte de la constatación que hoy la educación superior encarga a los estudiantes la resolución de problemas académicos que tan solo suponen usar un instrumento, aplicar una metodología o memorizar teorías. En su lugar propone que la universidad debe plantear problemas reales y complejos, que requieren conocimientos de diferentes carreras, que solo se pueden abordar con la colaboración de entidades de la comunidad y que precisan de una reflexión crítica y ética afilada.
Ante esta constatación, que afecta a la mayor parte de la formación universitaria, propone que durante los estudios superiores se debería formar a los jóvenes en la resolución de problemas públicos, en su opinión la habilidad más importante que deben aprender en la actualidad los graduados universitarios. Plantear este tipo de problemas supondría aprender a trabajar en equipo, aprender a trabajar de manera interdisciplinar y aprender a trabajar conjuntamente con aliados de la comunidad. Y, por otra parte, supondría también implicar a la universidad en la promoción del bien común, en la búsqueda de soluciones acertadas, legítimas y equitativas a los problemas; en definitiva, en la búsqueda de soluciones éticas. Aprender a solucionar problemas públicos movilizaría capacidades para la colaboración, para la interdisciplinariedad, para la vinculación con entidades de la comunidad y para reflexión ética.
Esta propuesta se aleja de una pedagogía que parte primero de la transmisión de conocimientos teóricos para acabar llegando a su aplicación práctica. En su lugar quiere implantar una pedagogía que parte de la realidad, se plantea problemas concretos, y a partir de su consideración elabora teorías, que volverá a aplicar en la práctica para comprobar si permiten solucionar las dificultades. Un modo de proceder que ha recibido diferentes nombres: responsabilidad social, compromiso social, aprendizaje servicio, clínicas jurídicas, investigación acción, impacto social o éticas aplicadas. Un conjunto de propuestas que permiten a la universidad ejercer una de sus principales misiones: la transferencia social.
Poner en el centro la solución de problemas prácticos es un cambio que supondrá la implantación en las instituciones universitarias de tipo de prácticas formativas que transmitan a los estudiantes, y también al profesorado, un nuevo ethos de servicio al bien común y a la transformación de la sociedad.
Juny 2023
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ciutadania, democràcia, participació
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Es una obra excelente, plagada de ejemplos que ilustran sus ideas, fácil de leer, muy sugerente, ganadora del premio al mejor libro del año 2021 otorgado por la Stanford Social Innovation Review, aunque quizás podría ser algo más sintética.
Como indica el subtítulo es una guía porque los sucesivos capítulos de la obra recorren los pasos a dar y los recursos a emplear para resolver un problema público de manera colaborativa; además es una guía que recoge una amplia experiencia en la mejora de la gobernanza, la implantación de experiencias de gobierno abierto y el impulso de la colaboración ciudadana como estrategia para resolver problemas; finalmente, es una guía orientada a cambiar el mundo en un doble sentido: optimizando la democracia y realizando transformaciones hagan del mundo un lugar mejor. Apoyándose en diferentes metodologías, se proponen fórmulas sobre cómo incluir la participación pública en la elaboración de leyes, la búsqueda colectiva de soluciones innovadoras a problemas difíciles y el impulso de procesos de co-creación de políticas y proyectos ciudadanos. Una obra con mucha información e infinidad de propuestas que a buen seguro provocará diferentes lecturas. Por mi parte, me gustaría destacar algunas ideas –no todas las que propone– que me han interesado y me ha sugerido el texto.
Etapas en la resolución de problemas. El hilo conductor del libro presenta las etapas que debe recorrer el proceso de resolución de problemas, así como las habilidades que se ponen en juego al transitarlas. Recuerda la propuesta ya clásica de Dewey en la que formula una teoría de la investigación que recoge el modo en que pensamos y nos enfrentamos a problemas científicos, técnicos y sociales (Lógica. Teoría de la investigación, 1938 y Cómo pensamos, 1933).
La autora nos habla de cuatro etapas: 1) La definición del problema es el primer paso que, tras conocer la opinión de los afectados y la información disponible, ha de conducir a precisar una dificultad concreta y abordable; 2) La identificación y diseño de soluciones ha de recoger todas las evidencias disponibles para imaginar una solución al problema; 3) La implementación y puesta en práctica de la solución ha de permitir pasar de la idea imaginada y de las pruebas piloto a su masiva implementación en la realidad; y 4) La evaluación y la evolución de la solución ha de mostrar los efectos de las soluciones adoptadas, ver lo que ha funcionado bien y lo que no, y proponer nuevos intentos. Estas etapas son a la vez secuenciales e iterativas, y constituyen una guía que ordena y pauta la resolución de problemas.
Colaboración ciudadana. El fomento de la participación de la ciudadanía es el elemento central que atraviesa todas las etapas de la resolución de problemas públicos. Para hacer frente a una dificultad y llevar a cabo un proyecto con posibilidades de éxito, no basta con un líder político, un técnico en innovación o un científico especializado actuando de manera individual. La colaboración de la ciudadanía nos brinda la oportunidad de alcanzar una inteligencia colectiva y una capacidad de acción conjunta que supera las habilidades individuales de cada persona particular.
Durante la primera etapa, la definición del problema, es imprescindible analizar las dificultades junto a las personas directamente afectadas, así como también con otras personas interesadas o conocedoras de la cuestión que se considera. La identificación y diseño de soluciones debe poner en práctica actividades de innovación abierta que movilicen la inteligencia colectiva del colectivo de participantes. En la etapa de la implementación de la solución, además de contar de nuevo con los afectados, se trata de impulsar las innovaciones creando equipos y construyendo alianzas con entidades y fuerzas que puedan contribuir al éxito. Finalmente, la evaluación y evolución de la solución requiere la participación de los afectados y otros implicados en actividades de auditoría social.
La colaboración de la sociedad civil en la resolución de problemas públicos es fundamental para enfrentarse con posibilidades a los problemas y fortalecer la vida democrática. Se trata de ir más allá de la democracia deliberativa, que valora la diversidad de voces, la calidad de las razones y el trato igualitario entre los participantes. Se trata de ir hacia una democracia colaborativa que promueve la participación en la toma de decisiones y en su implementación. En esta forma de democracia, la acción común se convierte en un valor central.
Análisis de datos i tecnologías digitales. Si promover la colaboración ciudadana es una de las ideas clave del libro, la otra idea omnipresente en cada uno de los pasos de la resolución de problemas es el uso de datos y de tecnología digital, en especial de móviles. Bien sea analizando los datos disponibles en las administraciones o en otras fuentes, o bien produciendo información nueva a través del uso de los móviles, la autora muestra hasta qué punto estas herramientas nos pueden ayudar en las diferentes etapas del proceso de resolución de problemas prácticos.
Los datos han de servir para definir con conocimiento de causa los problemas y para acotarlos de tal manera que puedan ser abordados con los medios disponibles. La consulta a bases de datos, repositorios científicos y referencias a soluciones ya probadas en otras situaciones resulta esencial para identificar una vía de solución aplicable y con posibilidades de éxito. En la etapa de la implementación, la ciudadanía a menudo participa enviando información con sus dispositivos, asimismo la coordinación entre socios es más sencilla con la ayuda de las tecnologías. Por último, la evaluación requiere una amplia participación de los afectados, que de nuevo usaran los dispositivos para lograr una imagen significativa de los resultados que se han alcanzado.
Cuando se une el uso de datos con la percepción de la ciudadanía que está viviendo los problemas, las posibilidades de éxito de los proyectos aumentan de una manera muy significativa. Se avanza hacia una democracia informada y colaborativa.
Ética y problemas públicos. A lo largo del libro, las cuestiones éticas se abordan pocas veces de manera explícita. Sin embargo, están presentes desde el principio hasta el final del proceso de enfrentarse a problemas públicos. Es así porque los problemas públicos son siempre problemas éticos. En consecuencia, aunque quizás no lo parezca todo el tiempo estamos enfrentados simultáneamente a una cuestión técnica y a una cuestión ética.
Los problemas públicos plantean cuestiones difíciles, a menudo confusas, sin soluciones claras. Son además problemas contextuales, enraizados en una realidad singular, que precisan una respuesta enmarcada social y culturalmente. Tampoco son problemas que admitan respuestas mecánicas, ya que acostumbran a ser problemas complejos y abiertos a la novedad, el azar y la sorpresa. Y, finalmente, y quizás lo más representativo, se trata de problemas controvertidos. Problemas con múltiples caminos abiertos, que no concitan el acuerdo de todos los implicados y que no tienen, por lo tanto, una solución generalmente aceptada. Son problemas que no pueden reducirse a una aplicación técnica o instrumental, sino que por encima de todo requieren juicio y reflexión crítica. Por lo tanto, son temas que por su naturaleza exigen una mirada ética, una consideración de acuerdo valores. Abordar ese tipo de problemas es estar afectado siempre y en todo momento por una problemática ética.
De esta idea se derivan al menos un par de consecuencias bastante evidentes. La primera, tal como ya hemos dicho, es que no hay soluciones meramente técnicas a los problemas públicos, siempre conllevan una posición ética, política y valorativa. Por tanto, no podemos dejar en manos de los especialistas la dirección de la sociedad y la solución de los problemas. Ambas cuestiones han de ser responsabilidad de toda la ciudadanía.
Y la segunda consecuencia tiene que ver con la formación ética del alumnado, especialmente al final de la Secundaria y durante la Educación Superior. Una de las mejores vías de educación en valores en estas etapas pasa por tomar conciencia de la dimensión ética de su futura tarea como profesionales. Resulta esencial que adquieran sensibilidad ética ante cualquiera de sus cometidos profesionales. Darse cuenta de esta dimensión, que como es obvio va más allá de los conocimientos científicos y técnicos, es esencial para formar profesionales con valores y construir una sociedad democrática y, como veremos a continuación, es un aspecto que puede adquirirse durante la formación.
Solucionar problemas públicos, responsabilidad social de la universidad y formación ética del alumnado. Noveck destina el último capítulo del libro a proponer un cambio sustancial en la formación de los universitarios. Parte de la constatación que hoy la educación superior encarga a los estudiantes la resolución de problemas académicos que tan solo suponen usar un instrumento, aplicar una metodología o memorizar teorías. En su lugar propone que la universidad debe plantear problemas reales y complejos, que requieren conocimientos de diferentes carreras, que solo se pueden abordar con la colaboración de entidades de la comunidad y que precisan de una reflexión crítica y ética afilada.
Ante esta constatación, que afecta a la mayor parte de la formación universitaria, propone que durante los estudios superiores se debería formar a los jóvenes en la resolución de problemas públicos, en su opinión la habilidad más importante que deben aprender en la actualidad los graduados universitarios. Plantear este tipo de problemas supondría aprender a trabajar en equipo, aprender a trabajar de manera interdisciplinar y aprender a trabajar conjuntamente con aliados de la comunidad. Y, por otra parte, supondría también implicar a la universidad en la promoción del bien común, en la búsqueda de soluciones acertadas, legítimas y equitativas a los problemas; en definitiva, en la búsqueda de soluciones éticas. Aprender a solucionar problemas públicos movilizaría capacidades para la colaboración, para la interdisciplinariedad, para la vinculación con entidades de la comunidad y para reflexión ética.
Esta propuesta se aleja de una pedagogía que parte primero de la transmisión de conocimientos teóricos para acabar llegando a su aplicación práctica. En su lugar quiere implantar una pedagogía que parte de la realidad, se plantea problemas concretos, y a partir de su consideración elabora teorías, que volverá a aplicar en la práctica para comprobar si permiten solucionar las dificultades. Un modo de proceder que ha recibido diferentes nombres: responsabilidad social, compromiso social, aprendizaje servicio, clínicas jurídicas, investigación acción, impacto social o éticas aplicadas. Un conjunto de propuestas que permiten a la universidad ejercer una de sus principales misiones: la transferencia social.
Poner en el centro la solución de problemas prácticos es un cambio que supondrá la implantación en las instituciones universitarias de tipo de prácticas formativas que transmitan a los estudiantes, y también al profesorado, un nuevo ethos de servicio al bien común y a la transformación de la sociedad.
Juny 2023
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